Tras las elecciones intermedias de 2021, Andrés Manuel López Obrador tomó dos decisiones que, entrelazadas, impactarán el escenario político de 2024.
El partido del presidente sufrió dolorosas derrotas en esas elecciones. No tantos, pero los suficientes para exponer un costoso exceso de confianza y la necesidad de sacudir tanto a Morena como al gabinete.
Al mes siguiente de ese revés, que lo llevó a perder la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, el presidente anunció una reforma que significó la desaparición del modelo electoral construido en sucesivas negociaciones desde la década de 1990. Austeridad a la letra y autoridades electorales por voto popular, anunció el gobierno.
Y pocas semanas después trajo a Adán Augusto López Hernández, hasta ese agosto líder tabasqueño, al frente de la Secretaría de Gobernación, cuya titular Olga Sánchez Cordero se había ganado una notoria reputación por la irrelevancia de su influencia durante el primer trienio. del gobierno de López. Taller.
Así, aterrizó en Bucareli un personaje cuyo nombramiento para la oficina principal del gabinete fue visto por la clase política con sorpresa y escepticismo. Sobre todo porque su llegada significó que Julio Scherer Ibarra, tan poderoso como un controvertido abogado del gobierno, dejaría el cargo de Asesor Jurídico y el propio gabinete.
Veinte meses después la situación no podía ser más diferente. El capital político de Adán Augusto ha avergonzado al punto de convertirlo en un serio contendiente a la candidatura presidencial; y del futuro del Instituto Nacional Electoral (INE) pende una gran incógnita, que la Secretaría de Gobernación parece deseosa de complejizar.
La fotografía de la reunión de este martes entre Adán Augusto y el INE, que se estrenó un día antes que el presidente y otros tres asesores, no puede ser más elocuente del papel que quiere tener el primero en el transcurso del segundo. También es prueba contundente de que López Hernández ocupa el cargo que le encomendó su jefe en agosto de 2021.
Tal desempeño, sin embargo, no solo le otorga reconocimiento, sino que también genera profundas reservas. López Hernández no es un secretario recargado, pero hoy es claro que no pretendió agotar las buenas maneras ni la generosidad política para ampliar los espacios de diálogo o negociación en el actual sexenio.
Si su llegada implicó algunos encuentros con miembros de la oposición, y el inicio de conversaciones estériles con quien hasta la semana pasada presidía el INE, la posibilidad de un espacio plural, pronto se evidenció que Adán Augusto traía a la política nacional sólo una más del estilo de negociación dura de su poderoso compatriota.
Una versión más campechana, quizás; más tranquilo en la forma pero igualmente inflexible en el fondo. Tranquilo porque el Secretario de Gobernación no es dado a enardecerse en los discursos, como su amigo de Palacio Nacional, pero no contrasta en nada con él a la hora de recurrir a términos que sólo pueden calificarse de amenazantes o despectivos. .
Adán Augusto creó así su propio espacio en la política nacional y hasta en el compacto ambiente presidencial, lleno de irreductibles donde algunos se destacan por su mimetismo forzado hacia el líder, mientras que otros lo hacen por su capacidad de tragar sapos sin asumir responsabilidades en los más desafortunados. controversias diplomáticas.
Dicen en Tabasco que algunos de sus indígenas se caracterizan por ser macheteros, traducido esto como pendencieros y tercos, que son dados y les gusta la confrontación. En el gabinete de alguien tan machetero como AMLO, Adán Augusto destaca por su manera propia de desacreditar a sus adversarios, de prender fuego a las polémicas, de pelear desde el poder.
Adán Augusto no es el policía que llega, con buenos modales, a mimarte después de que el policía malo te azotara en la mañana. Es una versión diferente del mismo estilo, de la misma idiosincrasia del poder. Representa a lo sumo un cambio generacional en una forma de ejercer la autoridad donde renace el Estado parte y desaparece el Legislativo.
Porque López Hernández es además el jefe operativo de Morena y el líder indiscutible de las cámaras en el Congreso. Su llegada al gabinete marcó el final del reinado de Ricardo Monreal en la Cámara Alta y el sometimiento de todos los asuntos electorales morenistas a su tutela.
Y AMLO en particular trae un extra en cada polémica. Si el presidente es criticado por su estrategia de seguridad, apuntará con sus dardos a gobiernos estatales de distinto color; Si Palacio Nacional la emprende contra dos asesores electorales, se prestará, sin necesidad, a decir que serán investigados cuando dejen el cargo.
Adán Augusto es el hombre del presidente. No el bombero como Marcelo Ebrard, diciendo esto como un cumplido. No el alumno, como Claudia Sheinbaum, ídem. Pero el alter ego en el ejercicio de ese tipo de poder que se supone que nunca debe compartir un ocupante de la silla presidencial.
Así fue como el éxito de López Hernández aterrizó en las grandes ligas de la política nacional. Sigue siendo un personaje inescrutable en algunas de sus facetas personales, pero —anticuado— hoy no hace falta saber lo que piensa para saber que su autoridad se hará sentir. Y estos días ha dicho, con todas sus palabras, que será presidente.
Esa aspiración presidencial es la piedra más grande en el zapato de Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum. El primero necesita urgentemente dejar el cargo para poder hacer campaña; el segundo es instar a que la capital, con todos sus volátiles problemas, no se descarrile. Por otro lado, Adán Augusto parece más que feliz en el trabajo y la lucha.
En la agenda del Gobernador está el cambio de modelo electoral que pretende AMLO. Porque contrariamente a lo que algunos suponen, ni el plan B ni el plan C están muertos. La administración está lejos de resignarse a que ha perdido los votos del Tribunal Supremo en el tema electoral, y no dejará de influir en lo más mínimo en el Consejo del INE.
Adán Augusto estuvo a punto de conseguir que ese nuevo consejo viniera a su oficina el martes. Y no porque el lugar de celebración de esa reunión haya cambiado a la casa de los segundos, el secretario tenía menos protagonismo o protagonismo. El limbo en el que se encuentra el Plan B no desactivará los intentos gubernamentales de tripular el INE (Plan C). Y viceversa.
Esa chamba le caerá a Adán Augusto. Al final, por eso fue llevado al gobierno federal. Y no ha sido malo. El hecho de que el plan A -cambio constitucional de las leyes electorales- haya fracasado, no significa que no lo haya intentado al máximo, y menos que hoy tenga una mala perspectiva con las opciones B y C de lo que pretendía esa reforma.
Tal será la plataforma de lanzamiento de la eventual candidatura presidencial de López Hernández. Su capacidad de lucha e imposición del plan B y C le dará cobertura mediática y demostrará su eficacia como operador político. Su jefe quiere un INE austero y obediente. Si logra lo primero, será popular, si también logra lo segundo, AMLO lo reconocerá.
Cabe recordar, ahora que se ha producido una primera y extraordinaria reunión entre el INE y el secretario de Gobernación, que este personaje que no se descama al ser descubierto en un restaurante frente al Senado en plena negociación para doblegar a la oposición. El saludo que se dio el martes con consejeros y consejeras es todo menos pura cortesía.
El presidente dijo esta semana que cuando se fue a su finca en Chiapas a tomarse un par de días de descanso, dejaba a Adán Augusto a cargo del gobierno. “El secretario de Gobernación sigue en funciones”, dijo AMLO en una frase coloquial que sin embargo da a entender el lugar que se ha ganado su compatriota, en un gobierno unipersonal.
Y el primero en tomarse en serio este nuevo espacio es Adán Augusto, quien desde hace meses permite todo tipo de promoción política con el fin de aumentar su visibilidad en las encuestas, el método favorito de Morena para definir quiénes deben ser sus abanderados en las elecciones.
Esta semana, por ejemplo, en el segundo piso de la periferia capitalina, se le pudo ver fotografiado en un espectacular anuncio de una de esas revistas que sólo sirven para exhibir apetitos políticos en época preelectoral. En la imagen, bajo la palabra Líder, se puede ver al Secretario de Gobernación, y en un fondo claro, Sheinbaum.
Este es un paso más para minar la imagen y posibilidades del jefe de Gobierno: antes intentaron secuestrar la etiqueta de #EsClaudia por la de #AhoraEsAdán. ¿Hasta dónde llegará la ambición de este tabasqueño, que no dudó en responsabilizar a Ebrard, su competidor por el dedo, de la tragedia en Ciudad Juárez?
El INE será el campo donde Adán Augusto juegue su candidatura. Un secretario de Gobernación con interés personal en capturar al árbitro: malas noticias para la democracia por donde se le vea.
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