Armas y máquinas para jugar. Esa es la realidad con la que viven miles de niños en México y que de vez en cuando se convierte en una tragedia, como la que ocurrió en Veracruz, donde un niño de 10 años, enfurecido porque había perdido en un juego, lo mató. su compañero de clase , Samuel. La madre del fallecido ha contado que llegó a tiempo para apoyar a su hijo, que “estaba convulsionándose, debatiéndose entre la vida y la muerte”. Doña Leticia buscó la bala que había impactado en la cabeza del niño, arriba de su oreja, y lo sostuvo en sus brazos pidiendo ayuda. Transferirla al hospital no le salvó la vida. El periódico Reforma recoge las palabras de la madre: “Lo único que pido es que me ayuden a hacer justicia, porque mi hijo murió por culpa de los padres de ese niño que mataron a mi hijo, porque es una falta de responsabilidad dejar un arma sobre la mesa como si fueran cosas para comer”.
La familia del agresor huyó de la localidad, La Perla, municipio veracruzano colindante con Puebla, donde el pasado domingo, luego del partido en el salón recreativo, el perdedor se fue a su casa, agarró el arma y volvió al recinto para matar a su pareja. El niño ha sido velado en la humilde vivienda que compartía con sus padres y cuatro hermanos, una casa de madera recubierta de chapa donde la mesa del comedor sostenía el féretro ante los vecinos que arropaban a la familia, según informan medios locales. .
La Perla y sus comunidades cuentan con cerca de 29.000 habitantes, de los cuales 18.500 son pobres, la mitad en situaciones extremas, con un sistema de salud precario y un rezago educativo considerable, donde el nivel más alto que alcanzan solo 250 pobladores es el bachillerato, según a los datos oficiales mostrados por el Ayuntamiento en su página web. Los bosques y la agricultura son las tareas principales de la zona. En localidades como ésta son habituales estos pequeños locales de ocio infantil con refrescos y meriendas, a veces con suelos de tierra prensada, que recuerdan a otros siglos, donde lo más moderno son las maquinitas de juego.
Las armas también son comunes en los hogares, lo que no es ajeno a los niños, tanto en zonas rurales como urbanas, a pesar de las campañas que de vez en cuando intercambian armas de fuego por ayudas económicas o juguetes. El año sangriento ha comenzado en esa serranía donde el día 8 fueron encontrados con un tiro de gracia los cadáveres de tres jóvenes asesinados en quebradas de las comunidades de Tuzantla y Tlamanixco Grande. El atestado penal contabiliza más cuerpos y los agentes investigan otros asesinatos en la zona. El gobernador del Estado, Cuitláhuac García Jiménez, ha lamentado lo ocurrido: “Lo triste de este caso es que un niño de 10 años tiene acceso a un arma de su familia y la detona contra otro menor por una discusión entre ellos. Hay que actuar de acuerdo a la ley para ver las responsabilidades por el arma, porque sin duda hay responsabilidades”.
La presencia de armas en los hogares mexicanos suele notarse en altercados callejeros, domésticos o escolares. En enero de 2020, un niño mató a un maestro e hirió a varios estudiantes en Torreón (Coahuila). Llevaba dos pistolas y luego se suicidó con una de ellas. Otro chico de 15 años hizo algo similar en Monterrey dos años antes. Y el 27 de febrero del año pasado, la Ciudad de México vivió un susto en una escuela de Iztapalapa, una de las colonias más deprimidas de la capital, cuando un estudiante sacó un arma en el salón de clases y se lesionó el dedo de un tiro. . El asunto recordó la problemática de un país donde comprar una pistola está al alcance de muchos, es fácil y barato. El gobierno de la ciudad lanzó nuevas campañas de desarme, una de las cuales contó con la presencia de la alcaldesa, Claudia Sheinbaum. Pero la violencia que sacude estos barrios y la precaria seguridad dificultan que los vecinos quieran entregar sus armas así como así.
Veracruz, donde ocurrió la tragedia el pasado domingo, es uno de los estados que más violencia soporta. Como siempre, la situación estratégica, entre el mar y la carretera norte a Estados Unidos, lo convierte en territorio de guerra para los narcotraficantes. Las zonas montañosas, donde miles de personas viven en condiciones precarias, son a veces muy peligrosas, porque se cruzan en el camino de los delincuentes, cuando no participan de la economía agraria que proporciona la droga. Las armas se convierten en un utensilio de uso común en estos casos y hay días en que son las protagonistas de un juego de venganza infantil.
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