Albert Sarra estaba sentado en la alfombra del museo como quien se estira en la arena para ver el mar, o más o menos: una pierna estirada, la otra doblada y todo el peso del cuerpo sobre un codo; el mechón marrón en la frente, el pañuelo de seda sin arrugas, las botas negras. Desde allí asistió al estreno de su más reciente obra. Parecía disfrutarlo. Había dos pantallas en la sala y ambas mostraban, desde diferentes ángulos, a un rey moribundo, roto, ocioso si olvidaba el dolor, grotesco por momentos. El cineasta catalán, que se considera “uno de los cinco mejores de la historia del cine español”, presentó este viernes en el Museo Tamayo su primera exposición individual en Ciudad de México. rey sol es un actuación creado a partir de su película La muerte de Luis XIV.
Dos horas antes, los invitados habían entrado en la habitación oscura detrás de Serra. En las pantallas se proyectaba en directo desde otro espacio la imagen de Lluís Serrat personificado como Luis XIV. Los visitantes susurraron. Muchos miraron las pantallas en sus pantallas y hacer clic, foto. Otros tuvieron más paciencia. Había una ventana a un lado que irradiaba luz verde. Cuando descubrieron que por el agujero se podía ver a la intérprete encarnando en directo a la monarca, algunos se agolparon frente a ella. El actor gemía y gruñía y se agarraba la pierna gangrenosa. Los visitantes estuvieron así durante varios minutos hasta que el cineasta avisó que podían seguir el recorrido, cruzar la cortina oscura, bajar por la rampa y acercarse al actor. Sonaba regañando.
El rey francés se está muriendo. Su reinado de 72 años ha terminado y se está arrastrando por el suelo. El malestar del sufrimiento lo rebaja a la categoría de ser humano. En la película que Serra hizo en 2016 sobre los últimos días del monarca y que presentó en el festival de Cannes, Luis XIV da un consejo a su bisnieto, su heredero: “No hagas edificios caros como hice yo”. Pero en el actuación, el anciano rey está solo y rodeado de accesorios: binoculares, una jarra de agua, una manguera de goma amarilla, almohadas, chocolates. Hasta este miércoles, durante unas cuatro horas diarias, el actor estará aislado interpretando al personaje, sin saber qué hora es, sin hablar con nadie. El material filmado será editado y exhibido en el museo del 30 de marzo al 4 de junio.
“Una de las cosas que más me fascinan es crear una gramática gestual mitad abstracta y mitad realista”, cuenta Serra (Banyoles, 47 años) en una entrevista a EL PAÍS tres días después del estreno, este lunes. en su hotel “Medio realista porque hace referencia al contexto que se está viendo, que es el de alguien que se está muriendo. Pero al mismo tiempo estamos en un museo, no en una puesta en escena naturalista donde tienes que creer lo que estás viendo”, continúa el cineasta. En el equilibrio entre abstracción y realismo aparece la más jugosa de las interpretaciones, cree: “Nos permite revelar de manera más transparente ese choque que me fascina entre la persona, el actor y el personaje. Esto en las películas es imposible porque solo ves al personaje.
El hombre que interpreta al rey, Lluís Serrat, ha trabajado en todas las películas que ha rodado el cineasta. No es un actor profesional, pero sí con gran parte del reparto que contrata Serra y con miembros del equipo de su productora, Andergraun Films -tampoco se formó como cineasta, sino que estudió Filología Hispánica en Barcelona. El actor interpretó a Luis XIV en la primera versión de la actuación, que se presentó en la galería Graça Brandão de Lisboa en 2018. En parte por ello, las indicaciones que ha recibido del cineasta han sido mínimas. “Intentamos sofisticar algunos elementos, a nivel de gestos y tempoque él tempo sea apropiado”, dice Serra. Posteriormente, le hará algunos comentarios al actor. Valoraciones, por ejemplo, de algún sonido exagerado. Como: “No me gusta ese ruido. Te comes el chocolate y pareces un perro”.
Serra, que como cineasta ha puesto su mirada en iconos como El Quijote o los Reyes Magos, casi nunca da instrucciones a los actores. Ninguno, excepto el francés Jean-Pierre Léaud, que interpretó a Luis XIV en la película de 2016, ha visto una línea de su guión. El director registra cientos de horas –en La muerte de Luis XIV eran más de 300 y en el Pacificación, su última película, que compitió por la Palma de Oro en Cannes, fueron casi 600–. Busca crear caos y fricción, brotes tensos. Entonces cabalga. Y el tiempo, en las obras, se dilata. Con el actuación, ha sido similar: “Hay un aspecto de torturar al actor, siempre dentro de cierto espíritu lúdico”. Ya había explicado que con un intérprete cercano como Serrat podía maximizar su método.

Cinco días de anticlímax
El viernes, en la sala del Museo Tamayo, dos camarógrafos apuntaban al actor que interpretaba a Luis XIV. Muy pocas veces el cineasta se acercó a ellos para darles indicaciones. Se movían de forma independiente por el plató mientras Serra hablaba con el director del Centro Cultural de España en México, David Ruiz López-Prisuelos, con el embajador de su país, Juan Duarte, o con el comisario de la actuación, Lena Solá Nogué. Es posible que a ella no le importara su opinión sobre la obra: “Creo que nadie hizo la percepción real de esto, y menos el viernes. Esto exige un poco de paciencia. Creo que les gustó. Pero la cosa es que no me importa la gente”.
Cuando la mayoría de los invitados ya habían salido a la explanada del Museo Tamayo, Serra volvió a entrar en la primera sala y fue entonces cuando se tumbó en la alfombra como espectador de su propia obra. Con un gemido del actor, dejó escapar un suspiro, casi una carcajada. “A nadie le gusta la muerte, y menos a las personas ricas y poderosas. Esperemos que muera de una forma bastante original”, había dicho a sus invitados antes de dejarlos entrar. “Es muy difícil hacer una muerte original porque, desde el principio de los tiempos, ¿cuánta gente ha muerto? Inevitablemente, muchos se parecen”, responde ahora a EL PAÍS. “Será un momento culminante después de cinco días sin que suceda en absoluto”, agrega. Quedan dos sesiones antes de que muera el monarca y nadie sabe qué pasará. “Por suerte el chico es muy fotogénico y divertido y tiene algo de hipnótico”, dice Serra.
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